Los lavaderos públicos, construidos en el siglo XIX y principios del XX solían ser  la mayoría de ellos municipales y eran los concejos y pedanías quienes se encargaban de su mantenimiento, fueron mucho más que un lugar donde lavar la ropa.

Los lavaderos estaban construidos  al aire libre  con una cubierta y alimentados por una corriente de agua, procedente de una fuente, acequia, balsa, regato, río. Entorno a él se  congregaban cada tarde decenas de mujeres que acudían cargadas con cestas y calderos a lavar la ropa, llevando consigo, el jabón, la ropa sucia, el raspador, la cuba.

Convirtiéndose en una especie de punto de encuentro, ya que era el lugar de reunión de las mujeres del pueblo, donde se comentaba cualquier acontecimiento que ocurría en el mismo y en el que los hombres tenían acotada la entrada.

Con la llegada de la lavadora los lavaderos pasaron al olvido en su dimensión funcional, pero nadie duda de que fueron verdaderos centros de socialización del mundo rural.

En Valderredible se conservan aún numerosos  lavaderos, repartidos a lo largo de todo el  Valle.