En la actualidad, quedan varias fraguas restauradas en Loma Somera, en Susilla y en San Andrés de Valdelomar, esta última con todos los elementos típicos que recrearían una fragua de pueblo de finales del siglo pasado.
La fragua o martinete eran pequeñas edificaciones destinadas al moldeado del metal para la fabricación de herramientas de usos y tipologías variadas y esenciales para la vida cotidiana.
Los labradores necesitaban hojas de dalle, de rozón, rejas, azadas; los carpinteros, hachas, hojas de tronzador, legras, gubias, barrenos, azuelas, triscadores; los canteros, martillos, cinceles, cuñas; los ganaderos, rodillos, horcones, argollas; los arrieros, llantas, callos, herraduras, clavos, sumando dos actividades secundarias pero fundamentales a la propia del herrero: herrar al ganado vacuno y caballerías y afilar y reparar las herramientas agrícolas. Para la casa realizaban, trébedes, sartenes, cucharas, llaves, aldabas, rejas, faroles, y un sin fin de objetos que estaban presentes en todos los hogares.
El oficio de herrero se caracterizaba, entre otras muchas cosas, por el gran número de herramientas que utilizaba: tenazas, taladros, claveras, torno, introduciendo variaciones para adaptarlas a la forma particular de trabajar lo que fue generando herramientas originales y personales , que se pueden ver en el espacio expositivo.
El espacio de trabajo del herrero contenía los aparatos como un gran fuelle que servía para mantener vivo el fuego, activado por el balancín movido por el herrero. Un fogón, donde se concentraba el fuego y se insertaba el metal.